Siempre ha habido una fuerte influencia desde Australia dentro de la WNBA.
Lauren Jackson tenía 15 años cuando dejó a sus padres en Albury para instalarse en el Australian Institute of Sport. Penny Taylor no vio a su familia y amigos durante 12 meses. Tully Bevilaqua es de Perth y su principal dirección ahora está en Indianapolis, pero actualmente vive en San Antonio.
Eso es lo que pasa cuando la definición de “hogar” se estudia detenidamente; cuando hogar es de donde provienes en vez de de donde estás ahora, que podría ser cualquier parte, y sobre todo si te dedicas a algo como al baloncesto.
Jackson (Seattle Storm), Taylor (Phoenix Mercury) y Bevilaqua (San Antonio Silver Stars), además de Belinda Snell (Storm), Jenna O’Hea (Los Angeles Sparks), Liz Cambage (Tulsa Shock) y Erin Phillips (Indiana Fever) son las australianas que están jugando hoy en dia en la WNBA.
Bevilaqua es la mayor del grupo, tiene 39 años y además es como la madre de las jóvenes. “La joven Jenna,” dice con una sonrisa en su cara cuando habla de O’Hea. “Decidle que le mando saludos.”
A veces van a por sushi, hacer rutas turísticas por otras ciudades. Comparten acento y un singular sentido del humor.
“Si ves una australiana aquí, siempre puedes salir con ellos,” dijo Sandy Brondello, una leyenda australiana, jugadora WNBA y de Europa, además de la actual asistente de Los Angeles Sparks. “Si sois amigos, siempre tendrás ese amigo para poder salir cuando sea, sin importar el tiempo que llevéis sin veros.”
La WNBA cuenta con el acento australiano desde 1997, cuando cuatro miembros de las Mercury entraron en juego: asistente Carrie Graf y jugadoras Michele Timms, Michelle Griffiths y Kristi Harrower.